Una de las claves del embarazo radica en la calidad embrionaria. El embrión es el causante del 70% de las posibilidades de implantación y embarazo.
En un tratamiento de fertilización in vitro, el embriólogo puede clasificar al embrión con un puntaje, el cual está basado en la forma de división de las células del embrión, y sus características al tercer o quinto día de desarrollo embrionario.
Sin embargo, esta clasificación o puntaje es bastante subjetiva, ya que diferentes embriólogos pueden clasificar de manera diferente al mismo embrión, porque este puntaje depende del ojo humano.
Algunos incubadores modernos poseen sistemas de inteligencia artificial que realizan esta misma función pero con una sensibilidad millones de veces superior. Es decir que ahora es el robot quien define qué embrión tiene buena calidad y cual no.
A pesar de estos avances, este tipo de clasificación sigue dependiendo de parámetros externos del embrión, es decir de su forma. En cambio, una manera útil de considerar la calidad del embrión es estudiar su genética, en particular sus cromosomas, que son conjuntos de genes que cada especie animal tiene determinada de manera numérica en las células de su cuerpo. Para esto, los estudios de diagnóstico genético preimplantatorio (DGP por las iniciales) nos permiten dividir a los embriones en dos grupos: Euploides (Tienen todos los cromosomas que deben tener) y aneuploides (El número de cromosomas es el incorrecto).
¿Conoces entonces con exactitud la calidad de tu embrión?